miércoles, 14 de julio de 2010

Con los perros románticos bajo el brazo y la nostálgia chorreando por los ojos.

En la sala de lecturas del Infierno En el club
de aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro
Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces
los ojos verdes y 26 años Un servidor


Roberto Bolaño

jueves, 3 de junio de 2010

La última hoja del cuaderno de mate.

"ella se desnuda en el paraíso
de su memoria

ella desconoce el feroz destino
de sus visiones

ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe"


Alejandra Pizarnik.

martes, 1 de junio de 2010

Perdón por el drama, fue sin querer queriendo.

Mi abuela se murió de tristeza un verano de julio de 1994. Ese año lo perdimos todo: a la abuela, el negocio, la casa y tres cuartas partes del alma de mi padre.

A mi abuelita le gustaba Chávela Vargas, pero eso sólo ella y yo lo sabíamos. A diario ponía la radio a las cinco en punto, después de rezar el rosario. Ella se sentaba a escuchar mientras yo hacía la tarea de rodillas en la mesita de la sala.

Nunca la quise. Era como raro para una niña tan pequeña encariñarse con alguien tan distante, tan perdida dentro de ella, la que después de las comidas de domingo, no aplaudía mis gracias infantiles (igual ella sabia bien que eso no me llevaba a ningún lado).

Mi madre siempre dice que yo fui la mejor de las niñas,”la más buena de todas” (yaiks!). Mis maestras me adoraban, aún ahora, mi familia me trae de ejemplo cuando los primos chiquitos son mal portados. Pero la verdad es que yo no era buena. La verdad es que no me tapaba los ojos en las escenas para adultos que pasaban por la tele, me robaba el cambio para comprar chicles de bola y lo peor, aborrecía a mi abuela en secreto.

La verdad era que yo no podía entender o querer a una mujer cuya máxima muestra de afecto hacia mí, era tirar los restos de comida del plato mientras nadie veía, cuando mi padre no me dejaba levantarme de la mesa sin terminar de cenar. Ahora que lo recuerdo me siento hasta bonito, pero igual, ya no está.

Supongo que no le perdono tanto silencio, tanta nube atrapada en los ojos, qué nunca se sentara conmigo a ver los muppets, qué para todo me dijera que me portara como mujercita, qué no me dejara besarme con los postes de madera por vergüenza a que me vieran los vecinos y se rieran de mí (lo que hacían). Supongo que lo que no le perdono es que se haya muerto sin decirme que me quería, sin darme chance de quererla como mi padre, quién se murió poquito cuando la metimos a esa tumba.

No me odien, yo era una niña.

Ahora de la nada me sorprendo a mi misma escuchando a Chávela Vargas, rezando un rosario inventado, perdiéndome en mí misma y tratando de sentir la tristeza de ella. A veces me siento en silencio al lado de mi padre, para ver si se da cuenta que yo también soy como mi abuela, nada más que yo, sentada aquí a su lado, viva.



miércoles, 19 de mayo de 2010

Y como la tercera es la vencida, aquí va el tercer intento de blog. Dejo la cocina y las historias de desempleo para que las cuenten otros y me pongo a escribir de lo que veo pasar, a llenar el espacio en blanco que, por principio me asusta y como dijo Foucault (ay, ay) a usar las palabras mientras las haya, antes de que la generación metroflog se olvide para siempre de ellas.

Me gustan las palabras, han sido mis mejores amigas desde los cuatro. Por eso las quiero a todas, me las guardo todas detrás de los párpados, en un lugar fresco y oscurito para que no se me echen a perder y como aquí parece un lugar seguro, las voy a ir dejando de a poquito.

Cualquier cosa antes de seguirmelas guardando, no vaya a ser que una de estas mañanas me despierte con las letras chorreandome del oído, con una contusión de palabras agudas, o Dios no lo quiera, esdrújulas.

Igual, ya terminé Rayuela (de a dos y dos veces) y si veo otra peli de Meg Ryan, una de dos, o empiezo a gritar como histérica o acabo cometiendo la vulgaridad de enamorarme en el parque y para colmo de Tom Hanks.

Bueno, como siempre he tenido problemas de compromiso, no prometo regularidad, pero si mucha honestidad. Ahora me largo a buscar en el clóset, las cajas de zapatos donde guardo mis diarios, mis recortes y la poesía de domingo, haber si me acuerdo por que diantres se me ha ocurrido empezar otro blog, empezar otra vez a construir este puente hasta el otro, el puente que nunca me he atrevido a cruzar.

Me voy con mi música a otra parte.

Les dejo mi canción.